Con derecho a voz y voto

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Con derecho a voz y voto by Jordi Bernabeu Farrús

Mientras se publica este número de la revista se habrán llevado a cabo unas elecciones autonómicas el pasado 27 de setiembre en Catalunya que son mucho más que un debate autonómico, y la convocatoria de las próximas elecciones generales el 20 de diciembre. Paralelamente, seguiremos oyendo como música de fondo aquello de ‘a los jóvenes no les interesa la política’. Y la realidad es que existen diferentes bloques de análisis por lo que a adolescencia y juventud y participación política se refiere. Algunas reflexiones:

En primer lugar: el interés juvenil por la política parece aumentar. Diferentes estudios destacan un interés cada vez más diferenciado: un aumento de la politización de sus intereses que correlaciona con un escaso interés en participar mediante los canales políticos convencionales. Parece que el elemento clave está en la crisis, y sus consecuencias simbólicas, no sólo materiales: exclusión del sistema político (infancia, adolescencia y juventud han sido las poblaciones más castigadas directa e indirectamente); una lectura pesimista y precaria sobre el futuro (el trabajo como eje); y varios discursos sociales adultos basadas en la idea del doble vínculo (falta de oportunidades aquí versus emigración por necesidad; futuro sin jóvenes versus jóvenes sin futuro).

Dicho interés va acompañado de nuevas categorías de análisis. La reciente publicación Jóvenes, internet y política (VVAA, FAD 2014) apunta algunas: una crisis de legitimidad y credibilidad hacia las instituciones políticas; un rechazo explícito a los personajes políticos; se defiende la democracia, pero una petición: que sea más directa; el aumento de discursos populistas (hacia un lado u otro); un interés ‘reactivo’: movilizaciones basadas en la indignación, no en la ideología (‘moverse’ como reacción a los problemas, y no por creencias); las preocupaciones principales: educación y paro; una percepción de un sistema político que no responde a sus necesidades (un fuerte pesimismo ante la corrupción y la falta de elementos institucionales para participar); la demanda de cambios concretos, pragmáticos y efectivos.

Pensemos también en las respuestas: impotencia, frustración y escepticismo en sus discursos sobre le presente y futuro. Y sus posibles consecuencias: depresión o cabreo social. Con sus consiguientes respuestas: pasividad o rabia. Un interesante estudio de Giuliano y Spilimbergo (2009) nos enseña como aquellas personas que han vivido épocas de recesión económica durante su juventud tienden a favorecer un papel redistributivo e integrador del Estado para re-equilibrar las desigualdades generadas por la economía. Conclusión: vivir períodos de inestabilidad estructural en estas etapas correlaciona con un alto nivel de desconfianza hacia las instituciones de gobierno.

En segundo lugar: la incidencia de los espacios digitales. Actualmente, en los institutos de todo el Estado tenemos a la primera generación de adolescentes que han nacido bajo el paradigma 2.0 (redes sociales como espacios de relación y el smartphone como vehículo en estos). Para no reducirlo precisamente a simplificaciones sobre clickativismo y políticas del Me gusta tenemos un reto importante sobre como trabajar en estos nuevos espacios de relación, en complementariedad con los ya conocidos.

Por último: la necesidad de implementar la práctica del ejercicio de la participación social. Es bien sabido que aquellos chavales que han participado de diferentes propuestas de acción-particpación en su adolescencia tienden  a implicarse más en el ejercicio de lo político en un futuro. Los institutos y centros de secundaria deben cumplir funciones de verdaderos ‘laboratorios’ de participación e implicación social y comunitaria. Experiencias como creación de movimientos asamblearios, aprendizaje-servicio (que no voluntariado) y cooperativismo (que no emprendimiento) deben ser, a día de hoy, elementos a trabajar en la agenda de secundaria.

Como nos apunta Ramoneda (ARA): ‘El conflicto de intereses entre generaciones entra en la agenda pública. Los jóvenes piden reformas, es decir, redistribución del poder. También a favor de ellos’. Los tenemos en clase. No lo olvidemos.

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